Rosa Valverde

Rosa Valverde

Rosa Valverde. Exposiciones Museo Gustavo de Maeztu

La pequeña y recogida casa-maison Kalerna del labortano pueblo de Askain, situada a unos 30 kilómetros de San Sebastián, esconde entre sus paredes el misterio de la vida y la obra de una mujer-pintora, que vive feliz y ensoñada sus horas, dedicada al mundo mágico de la creación plástica, y de la convivencia con el historiador Gonzalo, su compañero de viaje.

Lo cierto es que casa Kalerna es un remanso de paz y de luminosidad, de tranquilidad y de orden, sabiamente pretendido y alcanzado, que se abre a un jardín verde de cuento de hadas, y a la calle. Rosa es una gran BROCANTE o pequeña arqueóloga-anticuaria del tiempo pasado, para configurar y vivir un presente, más intenso, poético y ensoñado. Rosa va por el mundo recogiendo, adquiriendo y comprando cuanto cabe en su inmenso corazón rojo y rosa, lleno de perlas y de agujas con empuñadura de plata y, ante sus ojos, pequeñas figuritas de porcelana de niños y de mayores. Animalitos: perros, ranas, cerdos, gatos, cisnes, mariposas; marcas publicitarias de productos comerciales; objetos de toda clase y pelaje, de tamaño casi diminuto, y los va depositando lentamente, pausadamente, sobre repisas y alacenas, sobre mesas y muebles, para que descansen y reposen, para que se tranquilicen y expandan poco a poco, sus múltiples colores, sabores y olores, para observarlos y contemplarlos amorosamente durante muchas horas y muchos días, hasta que llega el día de la fiesta y la alegría, el día del teatro popular, refinado o culto, de la recomposición con todos ellos de la imagen, la figura o la caja, sabia e inconscientemente articulada. Rosa es una demiurga de la imagen, es una demiurga del teatro, es una demiurga del espacio plástico.

Y es que, como Buena Realista Mágica del País Vasco, entroncó, colaboró y fué muchas veces inspiradora, musa y motor de aquel grupo de Nuevos Realistas, que en la década de los 70 floreció y se expandió en nuestro panorama: José Llanos, Vicente Ameztoy, Ramón Zuriarrian, Juan Luis Goenaga, Marta Cárdenas, Andrés Nágel, y otros varios.

Y como Buena Realista Mágica que es, pronto entroncó con el dadaísmo y el surrealismo, con el realismo metafísico y el mágico. Desde muy joven. Los conoció vía paterna, un pintor y escritor culto y cubista, como lo fue Antonio Valverde, “Ayalde” y, además de eso, industrial gráfico. Quizás su preocupación objetual proceda de este mundo industrial y de estos recuerdos de infancia. Algunas de las pinturas de Ayalde ya poseen ecos dalinianos: “Mujer ante el balcón”, hoy en manos de la propia Rosa, y que está colgada en el comedor de su casa.

Skip to content