Literatura de Gustavo de Maeztu
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Andanzas y episodios
del Sr. Doro
- «¡España, España, aún eres grande, tus ingenios son los primeros del mundo!» (Segunda parte, pág. 350).
- «De todos los conceptos que poseemos, amor, patria, moral y propiedad, acaso sea el primero el que con más libertad ha podido ser estudiado y clasificado a través de los siglos» (Segunda parte, pág. 352).
- «Por ley fatal, las épocas pasan y la nuestra con sus chimeneas, con sus automóviles y su gendarmería también se va. Los oídos penetrantes y los ojos de largo mirar de los nigromantes del presente, han divisado en horizonte no lejano a la carroza de la sociedad actual, que camina a estrellarse en el precipicio del olvido. Es verdad, yo también lo he visto; la carroza de nuestra sociedad es la propia que antaño conducía a los comediantes que representaban los autos de la muerte» (Primera parte, página 284).
- «Las estrellas destelleaban su luz verdosa en el azul profundo de los cielos; los montes recortábanse al final de la vega como monstruos en reposo. Venía de las montañas una brisa suave que traía el aroma del romero salvaje. Oíase la corriente del río sedante y rítmica que daba al nocturno un eco vago de romance y de amor. Algunas estrellas atravesaban errando los espacios; y en la apacibilidad de los cielos percibíase el temblor esmeralda de Venus y el verde pálido del lejano Sirio» (Segunda parte, págs. 50-51).
- «Verdad es que los héroes están llenos de vicios y misirias como los demás mortales, pero no se puede negar en ellos un gran desprecio por el más allá de las cosas, y sobre todo, una inconsciencia tan grande como la de los perros, de los cuales no se sabe todavía que se preocupen del día de su muerte, de los intereses acumulados o del destino de su patria» (Segunda parte, págs. 177-178).
- «El hombre, que según Lamartine “es un ángel caído de los cielos”, acumula sobre esta quimera (el amor) toda su fantasía y muere a veces esclavo de la misma. El hombre será un ángel, pero las apariencias hacen creer más bien que es un angelote de retablo sonriente y grotesco» (Segunda parte, pág. 353).
Un caballero en velocípedo
- «La ciudad del Ega impresiona y para los turistas que hemos vivido en otros climas, Estella es emocionante» (pág. 11).
- «Lo que sí puedo asegurar como vecino, voy para los nueve años con cédula de este ayuntamiento, es que el cielo de Estella es el más transparente de toda Navarra» (pág. 12).
- «Podemos decir, lógicamente, que la Amesko’a (sic), tiene cuatro ríos. ¡Magnífico país para los bebedores de agua» (pág. 26).
- «Según se iban acercando, la mole de la villa de Lerín se agrandaba, tomando caracteres monumentales» (pág. 51).
- «En mi vida de Estella, lo único quizás obligatorio es mi paseo diario a la línea del río Urederra, en las estribaciones de las peñas de San Fausto. En esa parte, en cuyos prados pequeños que nacen entre peñas, hay una hierba de un color verde esmeralda maravillosa» (pág. 18).
- «Todos se tumbaron en el césped. En el cielo lucían las primeras estrellas. Arriba. Alta, en el celaje violeta de la noche, pasaba errante un águila luciendo su supremo color de aristocracia» (pág. 16).
- «Y en estas disquisiciones me apeo del tren y con la bici en la mano, pues hay cuesta, veo ya los primeros caseríos de la noble villa de Zúñiga, lugar y rincón donde nace el origen de muchos blasones de Álava y de Navarra» (págs. 33-34).
- «Todo Montejurra aparece envuelto en una aureola dorada que después de tornarse suavemente azul en el camino de Ayegui, desaparece al Sur, en una nota brusca violeta en los límites del Ega y de los conventos de la ciudad.
El gran Montejurra, ese monte fanfarrón y de forma de monte sagrado japonés, marcaba sus dos lados del triángulo, entre Muniáin de la Solana e Igúzquiza» (págs. 45-46). - «La condesa de la Vega del Pozo, duquesa de Sevillano, condesa de Dicastillo y baronesa de Zugarramurdi, era un ejemplar que tuvo España para compararse en poderío al duque de Westminther (sic). Con la superioridad de que la española era más inteligente que el duque. Con su palacio de Biarritz, el de la calle Hortaleza, en Madrid, el suntuoso de Guadalajara, y el que para honor de su título construyó en Dicastillo, dio enorme empuje a la artesanía más a la francesa que a la española, por su permanencia en aquella nación; fue una gran dama de enorme actividad, que no quiso vivir en la mecedora de la época, sino soñando en aquellos soliloquios íntimos con su griffón “Merlín”, su perro fiel, soñaba en dejar piedras labradas allá donde hubiera huellas de su estirpe. ¡Noble señora, soltera, gruesa y rubia, que tanto gustó siendo él joven a mi gran amigo, el vizconde de Güell, que es actualmente el verdadero representante del siglo XIX!» (págs. 49-50).
Fantasia sobre los chinos
- «Las visitas de Turner en la nueva instalación de la Tate Gallery me ayudaron a sacudirme el yugo de esos vocablos ‘The basque painter’ y ‘Le peintre castillane’…» (pág. 28).
- «Desde muy joven he tenido relaciones con críticos de arte; tengo en mucho la buena amistad de algunos de estos ilustres comentaristas españoles y extranjeros» (pág. 29).
- «Un vascongado que vivió largos años en Filipinas ejerciendo el honrado comercio de ultramarinos, me decía una tarde:
- Chico, como se te establesca un chino enfrente de tu tienda, ya puedes serrar inmediatamente.
Lo cual revela que en eso, como en otras cosas, no quedan más chinos auténticos que los españoles» (pág. 18). - «En las diversas Exposiciones que he hecho en Inglaterra, los críticos, y lo mismo les ha ocurrido a algunos españoles, no han acertado a ver que la raíz de mi pintura era inspirada en cosas ibéricas muy primitivas, y no sé por qué alguno, quizás de los más ilustres, se agarró al calificativo de “Basque painter” –pintor vasco--, que los demás han repetido con verdadero deleite» (pág. 25).
- «Francamente, señoras y señores, yo no me considero una Juana de Arco de las nacionalidades. Cumplo modestamente mis deberes ciudadanos y sí creo que tengo algo de vasco, algo también de castellano, y si ustedes quieren, hasta un poco de chino; pero lo que vale en un artista, ¿es el reflejo de su nacionalidad? Desde luego, no. Lo que vale en cada artista es el poder reflejar su sensibilidad» (pág. 26).
- «Algunas veces, en mis rebuscas hacia un arte que, sin grandes complicaciones, fuera sensible y personal, me he preguntado qué es la tradición y más concretamente, que es la tradición española, y, francamente, yo no lo he encontrado en la gran línea de los que nos han hablado durante tantos años Greco, Velásquez, Goya; la tradición la encuentro entre los pintores de sentimientos afines, en pintores bárbaros de los siglos XV y XVI, que solamente manejaban los oros y los negros, que poseían un dibujo de raíz románica, pero de sentimiento profundamente religioso, heroico y nacional. Estas tablas, ya rarísimas en las colecciones y en los museos, tablas catalanas, aragonesas, castellanas, rudas, que tienen en la técnica el pálido reflejo del lejano Bizancio, esto es lo único que mi sensibilidad ha encontrado de tradicional español» (pág. 27).
- «Un arte que estuviera en la línea de las emociones eternas y desde que en la caverna primitiva grababa el pitecántropo con su piedra de sílex sus primeras sensaciones plásticas, la humanidad sólo se ha conmovido ante dos emociones únicas y milenarias: el AMOR y la MUERTE» (págs. 31-32).
- «Tengo en mi espíritu algo de perro vagabundo y un poco de ambicioso, y las palabras de ‘basque painter’, ‘âpre’ y ‘castillane’, empezaban a molestarme bastante; pues empequeñecían la órbita de mi avidez artística» (pág. 26).
- «Por otra parte, en las seis Exposiciones que realicé en las Islas Británicas, con gran benevolencia por parte de la crítica, noté que mi obra tenía demasiados elementos étnicos para producir ese sentimiento universal que pueda llegar a conmover los corazones más humildes del mundo» (pág. 29).
- «A pesar de estas derrotas yo seguía muy preocupado –y aún sigo—con hacer un arte que, desligado de todo elemento decorativo étnico, tuviera un prestigio, una personalidad, por su volumen y por su forma» (pág. 31).
- « Una tarde, en una reunión en casa de Mrs. Brooke, una señorita muy fea y muy delgada, con un aire muy literario, me preguntó:
- ¿Ha leído usted a Gide?
- Lo he hojeado algunas veces.
- ¿Le entusiasmará a usted?
- Señora, me parece bastante aburrido.
A través de sus impertinentes me lanzó una mirada de olímpico desprecio, y se alejó murmurando en francés:
- Ces españols… » (pág. 32). - «Soy pesimista respecto al porvenir literario y artístico de España. La característica del genio español, ha dicho mi amigo Royal Tyler en su libro sobre las catedrales españolas es el virtuosismo; quizás esto sea exagerado, aun admitiendo desde luego nuestra falta de imaginación; pero soy pesimista porque aquí hay muy pocas personas capaces de morirse de hambre por una idea estética. Falta inquietus, falta lucha» (pág. 44).
- «Mis inquietudes han sido mayores que mis fantasías, que modestamente las brindo y las expongo a la sagaz mirada de la crítica, para darle unos datos sobre la formación de las imágenes y de los ritmos estéticos en mi cabeza. Esos ritmos creo que pueden reducirse a dos condiciones: Trabajo y Ensueño» (pág .45).
- «Trabajemos, soñemos y vivamos nuestra vida tal y como está trazada, un poco vagabunda, aratos alegre, a ratos melancólica. La copa ofrecida por la mano cordial de algún amigo endulzará la fatiga de nuestras rebuscas, y cuando pasen los años y vaya paseando a lo largo de algún muelle extranjero, quizás algún marino me envíe con su harmónica las notas sensuales de la dulce habanera, evocadora harmonía que me hablará del trópico, que me hablará de España, recio país que en sí tiene el fermento de todas las posibilidades, recio país, sólo amado y querido hondamente por sus emigrantes» (pág. 45).
El imperio del gato azul
- «Los periódicos seguían llenando columnas hablando de las hazañas del gato azul» (pág. 45).
- «¿No habéis sentido alguna vez, viendo pasar sobre las altas cumbres los pájaros que huían hacia las tierras luminosas, una sensación rara de vida maravillosa en los países lejanos?
¿No habéis sentido el placer de ver correr las tierras a vuestros ojos y de sumiros en el ensueño de la velocidad? ¿No habéis sentido, al caminar en la noche sobre el páramo de Castilla, o sobre los viejos caminos de las Landas, al divisar allí, remotamente, una luz que fosforece entre las sombras, un cosquilleo de aventuras, de casas encantadas y de vidas de maravilla?» (pág. 33). - «El 15 de noviembre del año 1909 del Señor, en el crepúsculo del mismo día, hallábase sentado un avellanero en un banco de los frondosos jardines de Hércules, cuando al terminar el recuento de lo que había ganado durante el día y ponerse en pie para dirigirse a su posada, observó con asombro que, sobre el muro de unos palacios en construcción, un enorme gato relamíase las patas, bostezando y relumbrando en la penumbra crepuscular unos bellos ojos verdes. Pronto se cansó el gato de limpiarse las patas y reparando en la atónita figura del avellanero, comenzó a burlarse del pobre vendedor, haciéndole toda clase de muecas extravagantes» (pág. 39).
La Camorra dormida
- «En una obra teatral ‘los apartes’ y ‘las entradas’ son más fundamentales que la misma fábula. La fábula es, en la obra teatral, lo que el argumento en los grandes cuadros, una cosa que no sirve para nada, si no la rigen el orden, la proporción y la medida. El gran dramaturgo es un divino geómetra, que, con la Medida y el Tiempo hace, simplemente, Arte» (pág. 14).
- «Todo español, por el hecho de serlo. Se considera con derecho de hablar el italiano, un poco del francés y algunas palabras del inglés, pues el acento Three, Throw, que suena zri, zro, es de origen ibérico.
Seriamente, oí decir en Londres que, entre las legiones de César, había algunas, las más salvajes, que venían de la lejana Iberia y que trajeron a estas islas la fonética del zi, zog, zig» (pág. 21). - «Lo que fundamentalmente necesita un actor es la salud, la fuerza, la voz. Los futuros actores del nuevo teatro español, habrá que buscarlos en los campos de fútbol y en las salas de los gimnasios. Ese gesto, decisivo en la pantomima del clown, no existiría si el actor mismo no fuera un gimnasta» (pág. 68).
- «Para saber de pintura, no hace falta contemplar la naturaleza, porque la naturaleza no se nos revela nunca, porque si se nos revelase estaríamos cerca de Dios, cosa bastante difícil… Para saber de pintura, hay que haber visto muchos cuadros y muchos museos» (pág. 106).
Revista Panorama, número 6
- «El hombre que no tiene relaciones es un cadáver».
Declaraciones al periódico
El Liberal, año 1910
- «Cuando un perro trata de acostarse, antes de hacerlo, describe círculos concéntricos, los cuales son tenidos por muchos naturalistas como una reminiscencia del estado salvaje, pues parece ser que los zorros y los lobos tienen la misma costumbre. El artista, sin ser precisamente un animal salvaje, también describe antes de acostarse para siempre, sus correspondientes rodeos».
- «Desde mi rebelde juventud hasta mi partida,...».
Palabras de Gustavo de Maeztu a sus hermanos y amigos antes de morir:
- « Lo que quede a mi muerte, mis cuadros, mis trabajos, mi taller, para Estella».