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ITINERARIO ESENCIAL
La fuerza
Nº de inventario: 092
Técnica: Óleo sobre tela
Clasificación: Objeto de arte
Medidas: 220 X 274 cm
DESCRIPCIÓN
1917 marcó en España una importante crisis en todos los ámbitos de la sociedad que culmina con la huelga general de agosto. El Estado usó todos los medios coercitivos para someterla, entre ellos el ejército, así en ciudades como Madrid dispararon con sus ametralladoras contra los trabajadores. El Estado se vio secundado por un importante aliado: la Iglesia, que enseguida se alió “en defensa del orden social y del principio de autoridad” movilizando para ello a toda la Acción Católica. Su actuación para “oponer un valladar a la ola revolucionaria” fue muy eficaz en regiones como Castilla, La Rioja, Navarra, Aragón y Valencia, regiones casi todas ellas, muy conocidas por Gustavo de Maeztu.
En este ambiente Gustavo idea la construcción de un tríptico en el que bajo los títulos de “El Orden”, “La Fuerza” y “La Pasión”, quiso exteriorizar su compromiso con la defensa de la injusticia y contra la violencia ejercida por el Estado y los poderes que le sostienen. Su pintura siente ahora una inquietud trágica, donde los hombres caen muertos, son heridos o son llevados presos a un futuro de desolación en el que se ha convertido el propio paisaje.
El cuadro “La Fuerza” se convierte en el grito de un mitin, un grito de barricada, entre los silbidos de las balas de los militares (auspiciados por el poder, la Ley y la Iglesia) y las piedras que impulsa el hambre.
Maeztu compone el cuadro en base a dos figuras: la Iglesia en actitud de bendecir la ignominia y la Ley, girándose para recibir la bendición y contemplar las consecuencias de su poder. Entre ambos pilares del sistema, el brazo ejecutor, escoltando una larga hilera de seres anónimos, los condenados, que en una línea zigzagueante ascienden por una ladera hacia un castillo mimetizado con la naturaleza, amenazador con su sola presencia; es la cárcel, la mazmorra en la que el pueblo es sojuzgado.
Como diría Ortega y Gasset, veía Maeztu a España como un arco en ruina y para la prensa de la época reflejaba un “españolismo acre, rudo, asfixiante, que sube a vaharadas densas de las ciudades revueltas por una renaciente convulsión de remotas esclavitudes”.
Composición casi simétrica en el orden en el que dispone a las figuras siniestras que simbolizan los poderes de la Iglesia y la Ley que flanquean la composición de la fuerza.