En sus cambios nuestro tiempo sólo se afirma para negarse y sólo se niega para inventarse e ir más allá de sí.
Octavio Paz
La necesidad de distanciarse para observar los acontecimientos y configurar el sitio, el rincón imposible, representando ese espacio y la prolongación imaginaria de ese tránsito.
Describir el hábitat determina el comportamiento de los sucesos, haciendo alusión a la casa como refugio que nos cobija; y en contraposición, la idea de desplazamiento como recorrido que implica lo impredecible, o el propio peligro de transformación y cambio. Este circuito que utilizamos para deslizarnos, nos permite interactuar; pero a su vez, nos envuelve en el arrinconamiento con una situación desconocida que, desde fuera del recinto (desde la pintura), nos hace sospechar del origen de sus bases. En la distancia se revela la apariencia del espacio cotidiano:
La curiosidad de niño, al observar la desnudez de las estructuras de edificios en construcción; un ámbito de provisionalidad, desolado, sin paredes ni suelo y escaleras perdiéndose en el vacío…
La elección de la pintura evoca la atracción por lo desconocido, de una invisibilidad cómplice en la ocupación del objeto y de la actividad del sujeto, implícito siempre en la plástica, confirma la autenticidad de este soporte tan primario para contar y describir lo más complejo desde lo mínimo. Con este medio verifico la credibilidad del concepto en el proceso, dejando abierta la posibilidad a la improvisación, permitiéndome deslizarme más allá de lo estrictamente planeado para dejar la puerta abierta a las sensaciones, valorando los diferentes estados anímicos: Unas veces la realidad se torna fría, calculada, aséptica, estática; otras, se muestra enmarañada, sucia, descuidada, activa.
En la deconstrucción encuentro el mecanismo catalizador que abre nuevas posibilidades de percepción, desmantelando la idea de las estructuras como algo unitario con su argumento inequívoco, facilitando una zona descriptiva desde la fragmentación; pero con la participación del otro, haciéndole cómplice de la aparente provisionalidad de la obra y dejándolo todo abierto y posible, sin perder el signo de interrogación. No se trata de complacer si no de implicar.
La “contaminación” inminente y enriquecedora desde el propio registro fotográfico, señala en su momento un taller con los desechos de las etapas anteriores, que me despierta de nuevo el apetito pictórico. La libertad del mismo medio vuelve a abrirse.
Mis últimas obras nacen desde la atracción de una geometría adyacente, conviviendo en un tira y afloja entre la Idea (concepto), y las emociones que implica el propio proceso. Es una geometría aparentemente abandonada, laberíntica, de perspectivas imposibles, planificadas en constante transformación que a la vez desvela el campo descriptivo del transeúnte, estableciendo el carácter de la secuencia.
Pero nada más lejos en cuanto a la exigencia del significado como finalidad, y la obsesiva tendencia del individuo por darle un sentido de totalidad a la obra, de acabarla y completarla, siguiendo el comportamiento habitual de la tradición, acostumbrado a unos valores de Dentro-Fuera, Vacío-Lleno, Bueno-Malo, Luz-Oscuridad. Al contrario, en la obra expuesta el territorio mostrado es fragmentario, subjetivo y abierto, entendiendo el acto estético, como mecanismo en constante movimiento y evolución.
Florencio Alonso.