El pintor pamplonés Luis Garrido expone del 16 de febrero al 3 de junio en el Museo Gustavo de Maeztu de Estella-Lizarra once obras que dialogan con el legado artístico de Maeztu. Se trata de un nuevo encuentro de Miradas cruzadas, que nuestra pinacoteca lleva realizado desde hace dos años, con el que se pone en valor la relación paisajística que puede encontrarse entre los cuadros de ambos autores. Un delicado diálogo con los colores de la naturaleza, las formas, el estilo, los objetos e incluso las personas que deambulan entre las obras permanentes de la Planta Noble del museo.
Un artista del siglo XX y otro del XXI. Uno pone el foco en las figuras humanas, mientras que el segundo en espacios naturales. En la obra de Maeztu, “el paisaje sitúa a los personajes en un lugar —recalca Garrido, conocedor de la obra del alavés—. De ahí que su importancia sea la de relacionar el simbolismo que quiere expresar con los personajes con un espacio determinado”. Aunque hay excepciones, como Rincón del Ebro, donde el entorno agreste toma todo el protagonismo y el hombre pasa a ser mera anécdota. La forma de la montaña que se alza el fondo de este cuadro de Maeztu parece continuar en las dos creaciones de Garrido que lo rodean y que pertenecen a la orografía de Tierra Estella. En concreto, se trata de Monejurra y la cumbre de Ioar (en la sierra de Codés), vistos desde Valdizarbe.
“En los años 90, pasé seis años viviendo en Estella por el trabajo de mi mujer, y pinté bastante los alrededores”, relata Luis Garrido. “Me extrañó mucho el contraste de luz con la zona de Valdizarbe —uno de los espacios que más ha retratado en sus lienzos y que ha incorporado a esta exposición, como las viñas de Añorbe o la vegetación que ve desde su casa de Tirapu—. Era una luz más apagada, con mucha más vegetación. Un paisaje más oscuro y denso al que me resultó difícil adaptarme en los primeros cuadros”, admite. “A veces el paisaje te influye, y en este caso, fue así”.
Su mujer, Nati, también es protagonista de una de las piezas de la muestra. Recostada en un sillón y con unos limones sobre una mesa de madera, aparece leyendo un libro mientras a su lado María de Maeztu mira a los visitantes. Mujeres de los épocas diferentes, pero ambas mujeres instruidas y libres, gracias a pasos como los que dio María.
El cuadro más vanguardista se sitúa frente a la fotografía de 1917 que inmortaliza una reunión de amigos de la que forman parte artistas como Pablo Picasso, Francisco Iturrino, Xavier Nogués o Miquel Utrillo. Con esa obra, Garrido hace un guiño a la estética de esas primeras vanguardias y su amistad con dos pintores navarros a los que retrata jugando a cartas sobre una mesa: Pello Azketa y Mariano Royo. Esa disposición de personajes en torno a una mesa también la incorpora Maeztu en varias de sus creaciones.
Viejo conocido de este museo, se trata de la séptima vez que Luis Garrido Pérez expone sus creaciones en el centro estellés. Y es, sin duda, una de las figuras más interesantes y representativas de la pintura navarra contemporánea. Formó parte de la denominada Escuela de Pamplona, que trajo la renovación estética a la Comunidad foral en la década de los 70 del pasado siglo. Artista minucioso, franciscano, como lo denominó Juan Manuel Bonet, su trabajo es exquisito y real. La naturaleza es la protagonista de sus obras confeccionadas desde la silente emoción. En este proyecto, Garrido dialoga con las obras permanentes de Maeztu en un canto conjunto a la belleza y emoción de la naturaleza.