Exposición homenaje a Georgia O’Keeffe

Exposición homenaje a Georgia O’Keeffe

El Museo Gustavo de Maeztu presenta una nueva exposición temporal: Homenaje de Georgia O`Keeffe. Veinte artistas contemporáneos de proyección nacional e internacional muestran un total de 44 obras pictóricas de motivos florales con las que rinden tributo a Georgia O`Keeffe, considerada por muchos críticos la madre del Modernismo estadounidense.

La muestra puede visitarse del 23 de noviembre de 2019 al 31 de enero de 2020 en la Sala de Exposiciones Temporales de la pinacoteca estellesa, con entrada gratuita y en el horario de apertura de esta: de martes a sábado, de 9:30 a 13:30 horas; domingos y festivos, de 11:00 a 14:00 horas. El lunes, el museo permanece cerrado.

EL ARTE FLORAL DE O’KEEFFE

Georgia Totto O’Keeffe (Wisconsin, EE. UU., 1887 – Nuevo México, EE. UU., 1986) desarrolló su dilatada trayectoria pictórica durante el siglo XX y cultivó especialmente óleos de temática floral, pero también lienzos en los que aportaba su peculiar visión de la orografía desértica y montañosa de Nuevo México y rascacielos nocturnos de Nueva York. Recibió formación artística en Chicago, primero, y en Nueva York, después.

Sus obras más representativas son aquellas que homenajea esta exposición: la pintura floral. Realizó en torno a 200 representaciones de flores a gran escala a través de las cuales transmitía sentimientos de temor y de intensidad emocional.

Georgia Totto O’Keeffe fue la primera mujer en exponer una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Manhattan (MoMA), en 1946. Otra muestra de su gran impacto en el ámbito artístico y de su vigencia en la actualidad llegó en 2014: el 20 de noviembre de 2014, Jimson Weed, uno de sus óleos florales, se vendió por 44,4 millones de dólares. Con él se batió más de tres veces el récord de una subasta mundial para una artista femenina.

La instalación que reúne el Museo Gustavo de Maeztu es el resultado de la colaboración entre el centro cultural estellés y la revista de arte Revistart, patrocinadora de la exposición.

RELACIÓN DE ARTISTAS

Las 44 piezas que comprenden esta muestra son un reflejo del arte floral del siglo XXI que se gesta en todos los rincones de España y del mundo. Estos son los pintores que conforman la exposición:

  • M.ª Jesús Andreu Larrosa (Zaragoza, 1947)
  • Roser Arcarons (Barcelona)
  • Marta Cabaleiro (O Porriño, Pontevedra, 1973)
  • Tere Duro (Lugo, 1948)
  • Mercedes Gómez-Pablos (Palma de Mallorca, 1940)
  • Victoria Jáimez (Granada)
  • Lilia Kaluzhyna (Ucrania)
  • Emilio López Díez (Madrid, 1973)
  • Renato Manzoni (Bilbao, 1945)
  • Montserrat Menéndez (Avilés, Asturias)
  • Georgia Michaelides Saad (Limasol, Chipre)
  • Mirko (Toulouse, Francia)
  • Pilar Montaño (Tijuana, México)
  • Seila Otxandiano (Madrid, 1950)
  • José Luis Ponce (Palma de Mallorca, 1943)
  • Albina Rolsing (Alemania)
  • Rosa Tardiu (Barcelona, 1944)
  • Esther Tenedor (Caldes de Montbui, Barcelona, 1969)
  • Vanitira (Jaén, 1969)
  • María Luisa Villanueva (Madrid, 1941)

Efi Cubero, crítica de arte, escribe sobre la obra de Georgia O`Keeffe:

Para Georgia O’Keeffe, el éxito y el fracaso eran absolutamente irrelevantes puesto que según su criterio ni uno ni el otro existían en realidad, y así lo manifestó en más de una ocasión; en cambio, sí que era importantísimo hacer que lo desconocido fuera conocido y al mismo tiempo mantener lo desconocido siempre más allá de uno mismo. Muchas veces, al contemplar parte de su vasta y extensa obra, (no olvidemos que murió casi centenaria) no logramos apresar lo que sugieren esas flores inmensas de pureza y transparencia absorbentes que acaparan el lienzo volviéndose abstracción, siendo por otra parte de un tan preciso y exquisito figurativismo. Tampoco entendemos el porqué de esas calaveras de vacas que parecen coronarla en sus últimos años donde posa serena, y tan llena de arrugas como un personaje de la Comala de Rulfo, allá en el retiro de su querido Nuevo México al que se fue cargada con una bolsa de huesos de animales para entender mejor la identidad profunda de la América ancestral frente a lo más primitivo de su raíz eterna. Hay dos lados de luna contrapuesta en esta figura poderosa que redujo el acto de crear a perseguir minuciosamente la belleza misteriosa que una sencilla flor contiene. Y así, rehusando tantos ismos emergentes o consolidados, conquistó buena parte del territorio artístico tan monopolizado por los pintores masculinos. Muchos han intentado, como abejas pecoreadoras recolectando néctar, buscar connotaciones sexuales a los pliegues finísimos de sus pétalos, corolas y pistilos, pero esta eterna observadora solitaria, que siempre se sintió incomprendida, jamás dejó que su mundo, donde todo conflicto superado adquiere una personal autonomía, fuera absorbido por teorías o simbolismos. La naturaleza, la fuerza telúrica del paisaje desolado de los acabamientos, la ambigua transparencia del cáliz de una cala negra, la fragilidad de una flor del desierto, los rascacielos de Nueva York, en una época feliz donde posa sensual y libre mediante la cámara de su leal marido, el fotógrafo y galerista Alfred Stieglitz, al que se uniría en 1924; los cielos últimos, como observados desde arriba, y las nubes o los primeros planos de sus flores gigantescas que se vuelven abstracciones infinitas, forman un complejo universo que ella reestablece por sí misma en la tensión dialéctica que existe entre la materia y lo que la trasciende, atrapada en un cuadro perdurable.

No gustaba O’Keeffe de ideas preconcebidas, ni de teorías establecidas previamente. Su mirada descubría los cotidianos objetos mirándolos de cerca con obsesivo anhelo para intentar redescubrir ese algo único de lo concreto, que es imposible apresar, y que terminaba incorporando después a sus paisajes, los que buscó atravesando los estados, hasta dar con el mágico misticismo del desierto, pura esencia de flores intocadas, de cielos infinitos, de silencios cósmicos, de la buscada y tan sentida soledad.